Desperté temprano: aunque extrañé mi cama estos dos meses, apenas pude dormir, nervioso por verlo, quería llamarle del aeropuerto, pero todos fueron a recibirme ¡incluso mi mamá! –no la esperaba-. Según los consejeros del Camp, el apoyo familiar es lo más importante.
Me levanté de la cama justo cuando tocaron a la puerta
-¡Ya estoy despierto!
-¿puedo pasar?
-adelante
-¡buenos días joven! –volteé hacia Hilda, completamente vestida: blusa blanca de manga corta, falda negra debajo de la rodilla, sin medias, zapatos de piso negro, cabello lacio, peinetas de cobre, fue directo a la ventana, subió los escalones, corrió las cortinas gruesas dejando entrar el sol –me deslumbró al instante-, bajó y fue a la cama, dudó un segundo, de ahí al vestidor, yo al escritorio –no quería estar en medio del remolino-, tardó unos segundos dentro, paso veloz de regreso con mí uniforme de la escuela: el pantalón azul marino ya planchado sobre la cama, la camisa blanca y el saco cada uno en su gancho, corbata del lado izquierdo, calcetines del derecho, zapatos negros en el suelo, miró su reloj. ¿Quiere algo especial para desayunar?
-no tengo hambre
-con su permiso –fue hacia la puerta y desapareció dejando en su ausencia una ráfaga de aire.
Me quité la playera y la tiré al suelo, el pantalón de pijama de camino a la regadera, cerré la puerta y jalé la llave del agua caliente, al voltear por una toalla me topé con un espejo tres veces mi tamaño, me sorprendió verme desnudo de frente
- Auto reconocimiento: Exploren su cuerpo, mírense al espejo,
¡QUIERO QUE SE GUSTEN!-
Me acerqué despacio mirando mis ojos miel claro, mi nariz delgada, mis mejillas rosa pálido bajo la luz blanca, bajé lentamente por mi cuello, mis hombros levantados, mis brazos desnudos, mi pecho ligeramente abultado, lo toqué con mi mano y comencé a bajar suavemente hasta llegar a mi cintura –se sentía tan bien-. El rumor del agua corría a mi lado, el vapor comenzaba a inundar la habitación, un paso más cerca: mi ombligo pequeño, mi bello castaño-pelirrojo, mi pito pálido parado, apuntando al frente, mis huevos colgando entre mis piernas delgadas, limpias, sin bello –ni siquiera un pequeño lunar ensuciaba mi rostro-
¿QUÉ HAY DE MALO EN MÍ?
Sonreí al espejo: mis mejillas se abultaron ligeramente sonrosándose, perdiéndose por un momento en el centro de mis hoyuelos, mis dientes blancos, alineados, sin espacio entre ellos. Un ligero toque en la puerta me hizo saltar….
-¡joven, se le va a hacer tarde!
….volver de mis pensamientos
-¡ya voy!
Cerré los ojos y giré dándole la espalda al espejo, entré a la regadera mojándome el rostro, quería despertar de la pesadilla…..
Me lavé el cabello y me enjaboné rápido, quería ser el primero en llegar –mi corazón a mil por verlo-. Me enjuague y cerré la llave, saqué la mano buscando la toalla –no la había sacado-, salí, el ventilador comenzaba a disipar el vapor, abrí la gaveta de arriba y tomé la primera del frente, me sequé con ella la cara y el cabello, de reojo miré el espejo: mi espalda recta, blanca, se abultaba ligeramente al empezar mis nalgas, de repente: un sabor amargo subió de mi estómago a mi garganta, cerré los ojos con fuerza y la detuve –odio la sensación que corre de mi pecho a mi garganta-, me cubrí con la toalla la cara para evitar la tentación del espejo y salí. La puerta del balcón abierta, la de entrada cerrada, la cama desnuda excepto por mi ropa de escuela, encendí la tele para ocupar el rumor en mi cabeza, fui al vestidor y escogí del cajón un Calvin negro todavía empacado, rompí el cartón y me lo puse frente a la cama, encima el pantalón, la camisa y el saco –Don Pedro me había tomado las medidas un día antes de irme a Canadá, lo sentí un poco apretado de la espalda y los hombros-. Me senté para los calcetines y los zapatos –odio los nuevos de vestir, ¡ni siquiera me gustan!, no pude escojerlos: aunque mis papás habían reservado el vuelo meses antes, la salida fue muy rápida, me convencieron hasta el último momento, ni siquiera me dejaron empacar con tal de hacerme llegar desde el inicio. Salí con lo que tenía puesto, en el camino al aeropuerto mi papá me dio dos mil en efectivo, mi pasaporte, mi visa americana y canadiense, el boleto de avión y cambió mi adicional Expres verde por una negra –siempre había querido tener una como la suya-
¡Poder ilimitado internacional!
La camioneta llena hasta el último asiento: el Negro manejaba, Kim-mono a su derecha, atrás mi mamá y Jorge, en las ventanillas Kong y el Clon, mi papá y yo en medio de ellos. Nos seguía una Toyota idéntica a la mía: azul cobalto, toldo blanco, todo terreno, cuatro orangutanes más en ella. Bajamos en bola al llegar a la terminal 4, nosotros en medio, los chitas alrededor hasta los arcos. Me despedí de mis papás con un beso, a Jorge le di la mano –el tonto en lugar de tomarla me abrazó:
-¡Qué tal si te gusta tanto que ya no vuelves!
-¡eso quisieras idiota!-
Caminé a la fila y esperé mi turno para pasar, volteando cada cinco segundos para verlos, antes de subir las escaleras eléctricas les dije adiós con la mano mordiéndome los labios para que no me vieran llorar, luego di el paso porque no aguantaba, el chorro de gotas se desbordó un instante después de mis ojos…….
Amarré las cintas negras de los zapatos y me levanté de la cama, evité el espejo para la corbata, para el cabello no pude –lo hice los más rápido posible-. Metí en mi mochila negra mí lap, el cuadernos de literatura, el libro de inglés, el de prácticas de física y The line of beauty –apenas lo había empezado pero ya quería terminarlo para ver la serie –en mi ausencia mis papás habían remodelado mi recámara atestando de libros, películas y series –cada una más gay que la otra-; el espejo enmarcado en madera de Caoba del baño también era nuevo, seguro idea de mi mamá, la pantalla de 42´de mi papá y Jorge. Me puse la mochila en la espalda y bajé por la escalera principal al comedor –tenía sed- , me congelé por un segundo al verlos sentados
-¡Buenos días! –mi papá completamente arreglado: camisa azul cielo de manga larga, cuello y puños blancos, corbata roja, nudo winzor, sin saco; Jorge en sandalias y pijama de rayitas azul y negro
¡Ya quiero ir a la Uni para entrar tarde como él!
-buenos días
-te estábamos esperando para empezar a desayunar –jalé la silla de enfrente a Jorge, mi papá en la cabecera, bajé mi mochila y la puse a un lado.
-¿Y mi mamá?
-se fue hace casi una hora, me dijo que te llama en la noche –Hilda entró por la puerta que va a la cocina, Yola y Berenice la seguían: plato de papaya con nuez y miel, jugo de naranja, chilaquiles rojos con cecina para mi hermano, enchiladas verdes, pechuga asada y café express para mi papá; huevos con jamón para mí: los piqué porque mi papá estaba de frente aunque tenía revuelto el estómago. ¿No tienes hambre? –sus ojos tintinearon, noté el miedo al instante , miré el plato, luego a mí papá
-estoy nervioso
-no tienes que contarles del campamento sino quieres
¡¿Contarles del camp?!
-pero le van a preguntar –Jorge se había acabado su fruta e iba por sus chilaquiles
-¡como si no todos hubieran ido a un campamento de verano! –mi papá apenas terminaba su express, ahora iba por una concha de chocolate rellena de nata
-¡pero nadie llega dos semanas después a la escuela por ir a uno! –ambos voltearon a verme. ¿Ya pensaste qué vas a decir? –me levanté de la silla, me puse la mochila en la espalda, quería irme
-…..es otro tonto campamento de verano al que mi papá me obligó a ir! –saltó en la silla protestando: la concha en la mano derecha, los labios manchados de blanco
-¿por qué siempre tengo que ser yo el malo? –al segundo se dio cuenta, aunque estamos acostumbrados los tres nos quedamos callados un momento
¿Cómo voy a echarle la culpa a mí mamá si todos saben que se la pasa viajando?
¡que nunca esta!
¡Pero no te ensañes!
Cuando pasé a su lado se levantó, me tomó por los hombros, arregló el nudo de mi corbata, me dio un beso en la mejilla. Quiero que desayunes, ¿entendiste? –asentí
-que te vaya bien –torcí una media sonrisa para Jorge y avancé a la entrada principal, Kong ya me esperaba, subí atrás en la camioneta, él al volante. El descenso a Palmas fue rápido; el entrar a la avenida, tomar el retorno e ir al otro lado, más de cuarenta minutos. Pasamos el primer stop de seguridad siete con cinco –es el que cuenta para el retardo-, el segundo casi diez después. Cuando paramos frente a la puerta mi estómago daba vueltas en círculos
-¿Se siente bien? –apreté los labios y dije si con la cabeza, me miraba desde el retrovisor, respiré hondo y abrí la puerta para bajar, el corazón a mil, avancé buscando a mis amigos –ninguno apareció-, pasando la entrada encontré a la secretaría de Miss Alpha, me llamó:
-La señorita Iconomópulos no puede verlo hoy, me pidió que le diera la bienvenida y que le avise que mañana a primera hora lo recibe en su oficina –asentí. Todos sus profesores fueron avisados que llega hoy –volteé a los lados buscando a Pepe. ¿Quiere que lo acompañe a su salón? –di un paso atrás negando con la cabeza, no quería que me vieran con ella, di vuelta y me perdí entre las bolitas de amigos que se habían hecho en el patio, avancé hacia las escaleras del fondo, a medio patio sonó mi nextel –era Pepe-; el corazón se me fue a un millón, volteé a los lados porque siempre está cerca pero no lo vi
-Bueno
-¡apostamos a que tardabas otra semana! –su voz obscura, jugetona, mis manos sudaban, las limpié en el pantalón, sonreí
-¿quién apostó por que llegaba hoy?
-el imbécil de Amarillo
-¿dónde estás? –mi voz temblaba
-¡cerca!
-¿cuánto?
-mhhh…..digamos que desde aquí puedo ver la tanga roja de la vieja de Eduardo
-¡no mames! –escuché risas de mujer al fondo
-¡te veo al rato! –luego colgó
-Fuck you! –pateé el piso, los que estaban a los lados voltearon a verme, me abrí paso entre ellos empujándolos hasta llegar al baño, me encerré
¡Lo odio!
Una sensación amarga vino de mí estómago, me dio miedo vomitar, me eché agua en la cara y comencé a respirar despacio como me enseñaron para calmarme dando vueltas alrededor hasta que la sensación desapareció por completo.
¡Idiota!
Cuando sonó el timbre de entrada abrí la puerta: uno de primero estaba enfrente
-¿Qué me ves? –quería empujarlo pero salió corriendo
Un ligero ardor cubría mí estómago, caminé por el pasillo techado hasta las escaleras del fondo y subí a Inglés:
- Good afternoon Mr Cosquitoalla!, how improve your English this summer?
- A lot! –dije sin mirarlo y fui a la parte de atrás, me senté junto a la ventana
- We are waiting to hear all your amazing adventures in his particular large summer
Cuando bajé del avión y pasé aduana no sabía que esperar, ni siquiera quién iba a recogerme. Me detuve frente a los pocos cartelones de bienvenida buscando mi nombre –no estaba en ninguno-, examiné alrededor buscando una señal: rímel en los ojos, un suéter sobre puesto en la espalda, amarrado al frente, me topé con la mirada de varias mujeres, pero en ellas no sabía que buscar. Aunque obvio no era mi primera vez solo en un aeropuerto, las manos me temblaban, no supe qué hacer con ellas, mí corazón a mil, después de unos minutos me senté en la sala de espera pensando un plan de emergencia, de repente; un tipo blanco de unos 22 llegó corriendo, se detuvo ante los que esperaban, rebusco algo en su mochila pero no lo encontró: alto, cabello corto, tipo perm, ¡nada de otro mundo!, miró su reloj, luego alrededor hasta encontrarme –era el único teen en la sala-, me saludó agitando la mano y fue hacia mi:
- Glad Camp?
- ¿qué? –se sentó a mi lado, puso la mochila entre sus piernas y volvió a buscar, de repente tronó los dedos señalándome
- What´s you name? –no respondí, look like a fool?. I can´t remember –siguió buscando. You have a funny name!
- I don´t have a funny name! –de repente se le iluminó la cara, me asomé a su mochila
Such a mess!
Sacó un libro –The line of beauty- y de él un cartelón, lo desdobló ante mi: tenía mí nombre
- Me llamo Mat
- ¿Hablas español?
- I can said “burritou”
- Such a progress!
- Let´s go we need to pick up someone else…..
Todos en el salón me miraban, pasé saliva
- It was pretty boring: the same place, the same people…..I can´t wait to come back –el teacher me miró a los ojos, levantó las cejas esperando más –mí respiración fuerte, nerviosa, se notaba en mí pecho
- Ok, maybe you practice a lot your speaking way; now it´s time to write……four pages to the next class please. Everybody in pairs –me senté aliviado, Amarillo volteó hacia mi: aunque no es el más brillante del planeta me cae bien, ¡es el único de la escuela que no te mete el pie para que la cages frente a los demás!
¿Será por eso que no tiene amigos?
De inglés a literatura –otra clase sin Pepe-, pero al fin a la vista mis amigos: fui directo a la bolita –ya me esperaban-, saludé de beso a Cris y a Chaus, a Javier normal, a Omar con un puñetazo en el hombro –me la debía-
- ¡No mames, ni un pinche twid para hacerme ganar la apuesta!, ¿cuándo llegaste?
- Ayer en la noche
- ¿ya te vio miss Alpha?
- No, ¿por? –se rieron
- Lanza fuego a todo el que se acerca, ayer le gritó a la vieja de mate enfrente de nosotros –de repente me empujaron, al dar el paso atrás tropecé con alguien, volteé, el Profe Menchaca estaba sobre mí
- Buenos días profesor
- Buenos días –todos entraban al salón riéndose y dejándome en el pasillo con él. ¿Qué tal sus vacaciones?
- Bien…..gracias
- ¿dónde estuvo?
- Canadá
- ¿qué parte?
- Ottawa
- Ahí tienen hermosas librerías…..¿leyó algo estas semanas? –abrí mi mochila, sacando The line of beauty, se lo di –al instante me arrepentí-, seguro lo conocía. ¿Quién le recomendó éste libro? –me miró extrañado
¿Qué será peor: que piense que soy gay o que le hago a la coca?
- Alguien que conocí en el campamento lo estaba leyendo –sus ojos escaneaban los míos
- El contexto histórico retrata perfectamente la década de 1980 en Inglaterra, por cierto, ya me debe el resumen que es para hoy, le doy hasta el viernes, puede ser de éste libro –me lo regresó y entró al salón, lo metí a mí mochila antes de seguirlo.
Después de literatura ¡por fin descanso!, bajé nerviosos las escaleras, me adelanté con Cris a la café de idiomas
- ¿Qué tienes? –su voz de niña, siempre desesperada por llamar la atención
- ¡nada! –sonrió al verme, aceleré el paso, dimos vuelta a la izquierda, a la vista las puertas automáticas de cristal –aunque quería evitarlo suspiré-, mi estómago giró, mis manos sudaban, mi corazón a un millón, pasé saliva, se había formado un nudo en mi garganta por verlo, entramos
- ¿cómo se llama? –di el paso buscando entre las mesas –me moría por verlo-, el rumor de voces crecía a cada instante, al fondo encontré a Neto, fui directo a él. ¿No me vas a decir? –di unos pasos antes de darme cuenta que iba solo, volteé atrás, Cris se había quedado
- ¿qué haces? –juntó sus manos como si fuera a rezar
- ¡por favor, por favor, por favor!.......-regresé a donde estaba
- Si hubiera conocido a alguien tu serías a la primera que le contaría –el sonido seco de mi mentira golpeó mi corazón al traspasar mis oídos –sus ojos clavados en mi, levanté los hombros, no quería decirle a nadie
- Such a Idiot! –se adelantó a la mesa con Neto dejándome solo, la seguí
- ¡Qué milagro pendejo, yo pensé que llegabas con la piel de foca bebe que encargó mí mamá!
- ¡púdrete! –maldito galán de rancho, me senté, ardía por preguntarle por su primo, miré a Cris, seguía encabronada. ¿Y Pepe?
- Se quedó en mate con Socorro –me derrumbé en la silla
- ¿por qué es tan idiota para matemáticas? –miré a Cris encabronado. ¿Qué? –me levanté para no decir nada, ya que había perdido la esperanza me di cuenta: moría de hambre
- Voy por una hamburguesa
- Traeme agua
- Yo un gatorate –fui a la barra, todavía con mí mochila en la espalda, pedí una doble con papas extras, coca zero, un agua y un gatorate de limón –se que el pendejo de Neto lo odia, cuando me sirvieron regresé a sentarme con ellos. Cuando empecé a comer los dos se me quedaron viendo
- ¿qué?
- ¡nada! –luego de un rato Neto fue al baño, Cris con Azucena, ninguno volvió.
Antes de que sonara el timbre salí para una práctica doble de Química –las odio-, pasé la sala de maestros, los lab de Biología, los de Física hasta llegar a mi salón; todos estaban afuera, aunque no ya no nos hablamos busqué en el pasillo a Jovani, iba a buscarlo adentro cuando llegó “el Canibal”, todos se amontonaron a la entrada repartiéndose de cuatro en las mesas –yo sin equipo- entré al último y esperé junto al escritorio –la ballena me miró de arriba abajo- murmuró algo para sí en silenciio
- ¡Mesa tres! –me moví al instante: su cabello grasoso , su panza cervecera, alto, nariz de gancho, tatú de serpiente en el antebrazo derecho –siempre cubierto, solo una vez lo vi, fui el único-, primo de Snape y de Miss Alpha}
Freak!
Me senté con Raúl, Ricardo y Diana –mejor estar con ellos que con Hugo y sus amigos –a los idiotas nunca los invitan a una fiesta, ni siquiera a las de Montse donde se cuelan de sexto, ¡hasta de quinto si son guapos!. Me puse mí bata blanca y empecé a trabajar con ellos: comenzamos a mezclar buscando lo que el profe quería, pero tuvimos que repetir el experimento cuatro veces por que al final nunca subía, ni a nosotros ni a nadie. Cuando sonó el timbre de salida nos detuvo y sobre su escritorio preparó el experimento, revolvió una cosa con otra, hasta que todo tomo un color azulado, pero igual que el nuestro no subió, abrió uno de los cajones del escritorio y buscó algo, lo cubrió con su otra mano para no dejarnos verlo, parecía una piedrita blanca o algo así, la puso en el matraz y al caer en el líquido viscoso hizo espuma al instante.
- ¿Es tan difícil hacer eso? –busqué en nuestra mesa el pequeño pedazo de cristal, no estaba en ningún lado, tampoco lo mencionaba el libro. Para la próxima clase todos seis cuartillas de las propiedades y usos del Cloruro de Sodio
¡Seis!
¡Ya pueden irse!
Guardé mis cosas y salí, justo en la puerta sonó mí nextel –era Pepe-, lo abrí al instante
- ¿Dónde estás pendejo?, tengo más de media hora esperando y tú pinche mandril no me quita la vista de encima, ¡lo voy a mandar desaparecer pendejo! –en semanas lo único que quería era escucharlo decir mí nombre- el sonido de su voz taladró mis oídos, seguro estaba con su primo, Oliver y Genaro. ¡Quería gritarle que se fuera a la mierda, que me dejara en paz!, cerré el teléfono y di vuelta para ir al baño en lugar de a la puerta de salida –tenía ganas de vomitar-, entré corriendo pero la sensación desapareció después de unos segundos –no quiero volver a lo mismo de antes-. Me eché agua en la cara, estaba súper caliente, me sequé con una toalla de papel, sonó otra vez mí teléfono, salí al pasillo pero no contesté, solo quería tiempo; miré alrededor, un grupo de señoras en uniforme gris con verde comenzó a limpiar el patio, junto al salón de maestros escuché al coro, atrás del edificio de biología alguien trataba de encestar, sentado en la escalera de emergencia estaba Javier, fui hacia él: ya sin saco ni corbata, cabello castaño claro dividido en dos lados, pálido, ojos café, hermosas pestañas, jugaba con su iPhone
- ¿Qué haces?
- Me escondo –miré a los lados y me senté junto a él, su olor suave, casi natural, almendrado
- ¿de quién?
- Del maestro de música, ¿tú?
- Acabo de salir de química
- No pendejo, ¿de quién te escondes? –mí corazón a mil
- De nadie –mi voz fue un suspiro, nadie lo creería
- ¡aja! –sus ojos buscaron los míos, un nudo cerró mi garganta, desvié al otro lado, alguien bajaba las escaleras, volteó su iPhon, un revolver apareció en él. ¿Has jugado ruleta rusa?
- No
- ¿nunca? –giré la cabeza de un lado a otro para confirmar
- Jugamos con una de verdad en casa de mi abuela en vacaciones –tocó la pantalla, el rumor de pasos se acercaba cada vez más hacia nosotros, me apuntó, un click seco –disparo de aire-, abrió la mano ofreciéndolo, lo tomé y toqué la pantalla, luego apunté –nada-, lo agarró de nuevo, lo tocó y me apuntó –nada-, mirábamos al suelo, unos tacones negros aparecieron de la nada, subí poco a poco hasta encontrar a una de las prefectas
- ¿Por qué no estás en clase? –Javier se paró
- ¿juega? –ella miró la pantalla, pasó saliva, los ojos le brillaban
- ¡por su puesto que no!
- ¡solo una ronda!....si tu ganas me voy a clase y no me escapo por una semana
- ¿y si pierdo?
- Me dejas en paz una semana
- ¡imposible! –torció la boca, imagino que descansar de él por una semana es como vacaciones pagadas. Hoy y el viernes
- deal! –Javier lo reinició y fue el primero –nada-, ella el segundo –nada-, yo el tercero –nada-, Javier otra vez: un disparo fuerte, explosivo –salté aunque lo esperaba-, ella sonrió de oreja a oreja, el humo salía del cañón en la pantalla
You are dead -en rojo sangre
Mi corazón a mil por que ya no tenía con quién esconderme, los ojos de Javier congelados en la sonrisa de la prefecta, dio vuelta y comenzó a subir sin despedirse, ella volteó hacia mí. ¿Porqué no te has ido a tu casa?, dio media vuelta y lo siguió.
Atravezé el patio hacia la puerta, despacio, sin ganas……
-Llegaron por usted hace casi una hora, déjeme ver si aún están –sonreí, Kong no se arriesgaría, mi papá y Kim-mono lo cazarían hasta matarlo-, seguro estaba estacionado frente a Pepe, no se por qué, pero no lo soporta. Después de confirmar, me abrieron la puerta haciéndole señales. Al salir miré alrededor buscando el Mini con el toldo de ajedrez blanco y negro, lo encontré justo en la puerta de estacionamiento de profesores, bloqueando la entrada, Kong en la camioneta, justo enfrente mirándome. Pepe al volante: sus Van obscuros puestos, di el paso hacia él sin pensarlo –el corazón a un millón, el estómago me daba vueltas; al llegar abrí la puerta del mini y me senté a su lado: el sol de frente a nosotros, el aire acondicionado al máximo empujando hacia mí su olor a avellana tostada, a chocolate amargo, su piel morena, bronceada al sol, cabello obscuro muy corto –casi a rape-; esperé un segundo, quería escucharlo decir mi nombre, quitarse los lentes, verlo sonreír y así desarmarme: su pierna derecha temblaba ligeramente, sus cejas subieron como bienvenida, pero su sonrisa no apareció. Arrancó en silencio, el sonido central explotó un segundo después haciéndome saltar, giró hasta casi golpear mi Land –odio cuando maneja así, aunque nunca me he quejado, la camioneta que lo sigue se pegó a la defensa trasera, Kong nos alcanzó antes de llegar al semáforo. No quité mis ojos de su cara un momento: mis labios secos, casi sangrantes, desesperados por tocar su boca, me acerqué al tablero y bajé el volumen hasta casi apagarlo, solo así volteó un momento.
-¿Qué tienes? –su voz obscura, sin sentido
¿Por qué nunca dice mí nombre?
Me hundí en el asiento
-¡nada!
Al cambiar el semáforo a verde arrancó a toda velocidad, miré a mi ventanilla, Kong a mi derecha, pegado a nosotros, la Lincoln negra atrás del Cooper. Aunque intenté seguir mirando al frente no puede: volví a su cara una y otra vez durante todo el camino al Club. Justo antes de dar vuelta para entrar, en el último alto, un Jeta negro se le atravesó a Kong estancadose entre él y nosotros; el wey al volante me miró: moreno, alto, su cabeza casi al toldo, como de veinte –nada mal-, le sonreí sin pensar, él me giñó el ojo; Pepe lo captó al instante
-¿Te gusta o qué cabrón? –gritó casi al instante, el sonido revoto dentro por la ventana cerrada, sus ojos fijos en él, su cara roja, encendida, levantó la mano derecha y le hizo la britniseñal, la luz verde se encendió, Kong hecho las altas, la Lincoln también, el we se petrificó un segundo, metió primer y siguió derecho, Pepe giró y entramos al Club
¡PENDEJO!
Antes de que terminara de estacionarse me quité el cinturón, abrí la puerta y bajé, atravesé el estacionamiento sin fijarme, el chillido de las llantas a mi derecha me hizo voltear: un Camaro amarillo enfrenó frente a mí quedando a unos centímetros de distancia, miré al parabrisas para reconocer al imbécil; cara alargada, cola de caballo restirada hasta jalarle los ojos, de la administración salió una de las secretarias corriendo –tacones de aguja de 12 centímetros, traje sastre azul turquesa
-¿Está bien? –Kong nos miraba desde la camioneta, Pepe del retrovisor, desde las mesas de la terraza se levantaron para mirar, aunque quise moverme no pude, algo oprimía mi pecho desde dentro, empezó a dolerme, a correr por mis venas, mis ojos fijos en el parabrisas, su mano tomó mi brazo. ¿Se siente bien?, asentí, el único músculo de mi cuerpo que accedió al movimiento, pasó su mano a mi espalda y caminó conmigo a la banqueta. Nunca antes me había sentido así de triste, pasé saliva, ¡todos alrededor me miraban!, mi corazón a un millón, mi cara al rojo máximo, ¡Quemaba!, salí corriendo por el pasillo, di vuelta para perderme tras el bambú alto que decora el jardín de bienvenida, el cuello y los hombros duros como piedra, corté camino entrando al gimnasio, el olor a sudor mezclado con aceite para bebe golpeó mi nariz al instante, aceleré el paso conteniendo la respiración, algunos voltearon a mirarme –Nunca me sentí tan fuera de lugar-: mi pecho y estómago flaco se reflejaba en el espejo por debajo de mi uniforme de la escuela, al llegar a la salida jalé aire fresco por la boca, di vuelta a la derecha hasta encontrar la puerta al vestidor, la empuje con fuerza, cedió hacia adentro, rebotando un segundo después, al primero de mis pasos se encendieron las luces automáticamente, el tacón de mis zapatos negros resonó en el silencio, me dejé caer en la primera banca asfixiado, mi corazón golpeaba fuerte mi pecho, mi frente y mis manos sudaban, empezó a rondar por mi nuca un ligero dolor, cerré los ojos y me tapé los oídos para tratar de calmarlo pero el rumor de mis pensamientos lo dejó avanzar libremente, me levanté de un tirón, buscando entre mi ropa el blist de pastillas, corté dos y me las puse en la lengua, las pasé por mi garganta justo cuando Pepe entró: respiré profundo al verlo, se acercó a mi despacio, la mochila atravesada sobre su pecho, mi corazón a un millón: por un momento pensé en acercarme, quería tocarlo, cerré los puños, las uñas se enterraron en mis palmas –algo por dentro quemaba mi pecho-, apenas pude contenerlo, risas en el fondo detrás de la puerta me hicieron retroceder: la voz de Miguel Ángel llevaba el solo, la risa de Abel, Marco y Cristian lo seguían, entraron, el eco resonó por el vestidor
-¿Qué onda contigo wey?
-¡Hasta que apareces pendejo! –Miguel Ángel se acercó primero, es el que mejor me cae de todo el equipo…..el que más me gusta después de Pepe.
¿POR QUÉ SIEMPRE TENGO QUE ENAMORARME DE PUROS HETEROS?
¿POR QUÉ NO DE RODRÍ O SANDOVAL O DEL CHINO FLACO QUE SIEMPRE ENCUENTRO EN EL Mc Y EN EL CINE?
-¿Cuándo llegaste wey?
-ayer
-¿cómo hiciste para que te dejaran otras dos semanas de vacaciones? –levanté los hombros y las cejas al mismo tiempo, torcí un poco la boca. ¿Estuviste en algún partido de Hockey?
-¡todavía no empieza la temporada! –todos miraban a mi pecho, mi respiración rápida
-¿conociste alguna vieja? –Pepe me miró a los ojos, sonreí, porque pensé que era una broma, casi al instante recordé que ya no estaba en Canada, se siente raro regresar con tus amigos después de dos meses en un campamento gay
-algunas –sonreí de oreja a oreja, al pensar en Sue y en Izie
¿QUÉ?
LAS LESVIANAS TAMBIÉN SON VIEJAS
¿O NO?
-¿Te cogiste alguna?
-no
-¡PUTO!- gritaron señalándome, luego cada quien fue a su casillero, di vuelta al mío, teclé la combinación y saqué mis Nike; mi Iphone y mi Nextel los puse arriba junto con mi billetera, me quité la camisa y la camiseta, me puse la de entrenamiento, de reojo miraba a Pepe, esperando que se quitara la suya, luego los zapatos y los calcetines , me bajé el pantalón y me puse el short largo, las medias y los Nike; mientras los amarraba se acercó Pepe y de frente a mí se quitó la camiseta: su estomago y su pecho ligeramente marcado, sostuve el aire –siempre lo hace a propósito-, sonrió de lado al verme hacerme hacia atrás, se desabrochó el pantalón, se lo bajó frente a mí, pasé saliva, Abel volteó hacia nosotros, di vuelta, cerré mi casillero y caminé con el corazón a mil hacia la cancha, por el túnel, acomodándome porque se me había parado.
Arriba los consejeros acomodaban balones a media cancha, el entrenador de espaldas, ¡no quería que me preguntara por el Camp, por Canadá, por nada¡, tomé un balón y fui al otro lado; busqué a Kong con la mirada: la carpa desde donde observa la Comunidad nana todavía vacía, algunos orangutanes caminaban alrededor, pero no Kong ni los chimpancés. Empecé a hacer dominadas, el sol a quemarme, pensé en regresar por bloqueador pero no quería toparme con Pepe, cuando llegué a 25 escuché risas en el túnel, unos segundos después salieron: Rodrí, Abel, Miguel Ángel, Javin, y Pepe, detrás Rogelio y Sergio, todos fueron hacia donde yo estaba: Rodrí fue el primero en llegar: su cara y nariz pecosa, ojos café claro, güero pero más bajo que yo, flaco, con el trasero parado y el cabello castaño levantado, la última vez que lo vi, fue en su recámara, en la fiesta de fin de año de Vane –su hermana-, el we estaba tan borracho, que se vomitó sobre unas fotos de prueba que le sacaron para un comercial de calzones.
-¿Cuándo llegaste? –sonreí de lado al verlo de frente, al instante su cara se puso super roja
-ayer
-¿que no te ibas a quedar a vivir allá?
-¿quién te dijo esa pendejada? –volteó a Pepe, lo miré un segundo, luego a Rodrí. No creas todo lo que dicen Dummie¡ -todos se rieron
-yo viví tres años allá –dijo Abel
-¡no sabía que aceptaban retrasados! –bajé el balón por si el we se me venía encima
-¡ni yo que aceptaran putos! –me fui hacia él, Miguel Ángel se puso en medio
-hablando de putos…-dijo el wey mirando a Rodrí-….a que no sabes a quién expulsaron de la escuela –levanté el brazo derecho y le hice la britniseñal a Abel
-¿a quién? –el entrenador silbó desde media cancha para que nos acercáramos
-a Jovani
-¿porqué?
-el puto se le declaró a Dany en medio del patio, en la ceremonia, ¡frente a todos!
-¡no mames! –pasé saliva, Jovani fue con el que me di mi primer beso en casa de los gemelos cuando todos estában súper ebrios y dormidos, tanto que nadie se acuerda de nada, yo solo de eso
-¡pinche wey!,¡puto y pendejo! –dijo Javin –miré a Pepe, a Rodrí… ninguno dijo nada
-¿lo han visto?
-oí que sus papás lo mandaron a vivir a Guadalajara –dijo Miguel
-oí que se suicidó –dijo Rodrí….
El entrenador volvió a silbar, comenzamos a movernos hacia él, por instinto busque mi nextel en mi cintura, quería llamarle a Jovani para saber, salir corriendo y no volver nunca, caminé con los demás escuchando los chistes sobre Jovani, sobre Dany, sobre el profesor Menchaca, sobre Miss Alpha. El hueco en la boca de mi estómago se extendió hasta mi pecho, las manos empezaron a sudarme, me las sequé en el short. Al llegar a media cancha comenzamos con el estiramiento: brazos, piernas, cintura, luego nos pidió una vuelta a la cancha para calentar, corrí separado del grupo, un poco adelante, justo antes de completar la vuelta una sensación amarga subió por mi garganta y vomité.
Desperté de repente: caliente, sudado……otro sueño mojado que termina justo antes de que Pepe diga mi nombre, miré el reloj, apenas las cuatro, mi pantalón mortalmente mojados –disgusting-, me levanté en un movimiento y fui al baño sin encender la luz, a tropezones para que los orangutanes no vinieran a chequearme, abrí el agua caliente de la regadera y entré, el murmullo tibio recorrió mi cuerpo apenas como un consuelo, tuve que compensarlo con mi mano derecha, de regreso a la cama solo me puse un bóxer; me tiré de espaldas y desaparecí hasta que vino Hilda a despertarme.
En la escuela mi corazón a mil –temblaba- caminé con mí iPhone en la mano al bajar de la camioneta, mis manos sudaban, aceleré el paso a la puerta, un segundo antes de cruzar vi a la secretaría de Miss Alpha:
-La señorita Iconomópulos lo está esperando en su oficina –guardé mi cel en la bolsa derecha del saco, caminé tras ella a la escalera de los lab pero en lugar de subir seguimos de frente hasta la Dirección; justo antes de entrar me dieron ganas de ir al baño:
-Buenos días –mi voz apenas fue un murmullo –el líquido acumulado comenzó a hacer presión- quise salir corriendo, esconderme en uno de los cubículos individuales, encender mi iPod a todo volumen para sellar el murmullo que se formaba alrededor y que a cada segundo parecía más fuerte, esperar ahí hasta la hora de salida sin hablar con nadie, sin que me preguntaran por Canadá, por el Camp, por Pepe….
Miss Alpha sonrió al verme, dejó la pluma con la que escribía –quién usa la mano para eso todavía-. Siéntate –cerré la puerta, no quería a nadie escuchando detrás. Me acerqué despacio al escritorio, apenas moví la silla, me senté sin bajar la mochila recorriendo el espacio entre nosotros lentamente, mis ojos fijos en el letrero de cristal de su nombre, pasé saliva, me sequé las manos en el pantalón, mordí mi labio por el lado derecho. ¿Cómo te sientes? –su voz fuerte salía tímidamente de su boca –desde que mi papá habló con ella al final del año pasado para plantearle “Mí situación” cambió conmigo por completo. Levanté los hombros, moví la cabeza de un lado a otro, antes de regresar a México me sentí diferente….hoy de nuevo un hueco cubre mi estómago. ¿Qué tal el campamento?. Bien. ¿Hiciste nuevos amigos? –aunque quería evitarlo no pude, mi cabeza se levanto como un resorte, mis ojos fueron directo a los suyos: atravesé sus enormes lentes oblicuos y la máscara de pestañas hasta toparme en esa obscuridad marrón pero no encontré ni un gramo de brillo malaleche, la visión se amplió poco a poco hasta alcanzar la dimensión de su cara redonda, sus mejillas infladas coloreadas apenas en rosa pálido, su boca delineada en carmín obscuro, el cabello rojizo de salón, la luz la hacía parecer todavía más pálida, sonreí apenas al encuentro. Algunos. Me da gusto que hayas regresado. Gracias. –su blusa blanca con holanes al frente llamaba más la atención que sus tetas, las pecas de su pecho apenas asomadas. ¿Te incorporaste ya a tus clases?. Ayer. ¿Algún problema con los profesores?. No. ¿Con tus compañeros? –mi corazón a mil, negué rápido dos veces. Sus ojos se clavaron en los míos, apenas pude sostener la mirada un par de segundos. Entonces puedes ir a clase –me levanté al instante y fui a la puerta, puse la mano en la chapa color dorado, estaba por girarla cuando sin pensarlo lo dije:
-¿Por qué expulsó a Jovani? –mi mano temblaba, el peso en mis hombros creció el doble, aunque quise gritar, un nudo cerró mi garganta, giré despacio para observarla, el sabor en mi boca de pronto se hizo amargo
-¿quién te dijo eso?....-suspiró, se quitó los lentes, se limpió los ojos con un pañuelo; movió la cabeza de un lado a otro. Siéntate por favor –caminé despacio y lo hice. La verdad no pensé que fueras a enterarte tan rápido –ingenua, si no hubiera dejado mi Face por unas semanas lo habría sabido el mismo día que pasó- no sé qué cosas te hayan dicho, pero yo no expulse a Jovani –sonrió de repente- ¡ni siquiera sé porque te estoy diciendo esto! -su cara y su mano derecha se acercó a mí a través del escritorio- ¡yo no tengo porqué darle explicaciones a nadie! –su voz subió de tono de repente; mi espalda se contrajo al instante, el pelo de mi nuca se erizó, apreté los dedos de los pies ante su rugido, quería pararme, salir corriendo, pero no pude: mis piernas no respondieron a mí llamado, quedé así unos segundos, se paró, pensé que iba a levantarme por el brazo y sacarme de su oficina, pero en lugar de eso me dio la espalda, vi su mano derecha ir hacia su cara, por el reflejo de la ventana la vi recorrer su frente con ella, luego de un rato que pareció eterno se dio vuelta y volvió a sentarse, respiró profundo un par de veces- discúlpame, no fue mi intención gritarte, es que este asunto de Jovani me tiene fuera de mis casillas….¿era tu amigo? –levanté los hombros como respuesta- la verdad no lo conocí muy bien, desde que empezamos a recibir más alumnos es difícil conocer a todos y él no se distinguió por nada que yo recuerde….hasta ese lunes….su hubiera sabido lo que iba a pasar, jamás lo habría dejado subir al estrado….debí sospechar cuando me interceptó en las escaleras y me dijo que tenía que hacer un anuncio muy importante, ni siquiera recuerdo haberlo visto antes de ese lunes, Lupita me dijo que era uno de los alumnos que estaba organizando la Semana vocacional, yo acababa de llegar, había un tráfico horrible, un camión de coca se volteó cerca de mi casa, pensé que era una tontería así que cuando terminó la ceremonia, lo deje subir –giró la cabeza de un lado a otro, cerró los puños y se pegó con ellos la frente- ni siquiera escuché lo que dijo en el micrófono, me di cuenta porque Lupita puso los ojos así de grandes –dijo señalando con las manos- el abucheo fue general, empezaron a llover cosas de todos lados: lápices, fundas de teléfonos, fruta, de todo, a gritar como chimpancés, ¿cómo se atreven a hacer eso en mi escuela?, ¿qué no los hemos educado de forma correcta?, ¿qué pasa por sus cabezas para que hagan y digan cosas así? –pasé saliva- fui hacia el micrófono, bajé a Jovani de un jalón, creo que se cayó, ¡no sé!, eso me dijeron, cuando todos empezaron a reírse grite para que se callaran, pero el alboroto duró todavía un momento, ¿cómo se atreven a cuestionarme? ¡a mí!, jamás me había sentido tan impotente en toda mi vida, aunque no sabía que habían hecho castigué a todos los alumnos, cuando algunos me abuchearon, lo hice doble para todos –su pecho se movía rápido, su respiración resonaba por la oficina- cuando por fin todos se quedaron callados los hice subir a sus salones, estaba tan enojada que vine y me encerré, ni siquiera me molesté en traer a Jovani aquí, el martes fui a la SEP, el miércoles a una conferencia de adolescentes, el jueves tuve junta todo el día con los que están renovando la biblioteca, ¡fue una semana horrible!.... el viernes la maestra Mónica vino a hablar conmigo, me dijo que muchos alumnos estaban muy enojados por el castigo que les había dado y que habían estado muy agresivos y contestones y que además la estaban agarrando con algunos alumnos….¡nunca me dijo que con uno en particular! –su voz entrecortada, su ojos cristalinos, su cara roja- ¡nunca me dijo que con Jovani!....el lunes cuando llegué, Lupita me estaba esperando en la puerta de la entrada, me dijo que me llamó a mi celular como mil veces, ¡a veces no escucho esa porquería!, creo que depende de la bolsa en la que lo traigo, me dijo que me estaban esperando en la oficina los papás de un alumno. ¿Qué alumno? –le pregunté. Jovani Vargas me dijo. ¿Quién?. El alumno que dio el anuncio el lunes. Vine a la oficina de inmediato, en el camino traté de recordar su cara, pero no me vino a la cabeza, cuando entré los dos estaban sentados, los hice pasar, les pregunté por Jovani por que no estaba con ellos, les dije que iba a mandar traerlo de su salón, pero me dijeron que no había querido venir, que no habían podido hacer que se levantara de la cama desde el sábado y que él no les había querido decir nada, así que vinieron para averiguar qué pasaba, ¡si hubiera sabido!, pero no sabía, les pedí que regresaran el martes para que pudiera averiguar, mandé llamar a la coordinadora de segundo, a la jefa de prefectos, al orientador y a la sicóloga….así fue como me empecé a enterar de todo lo que pasó esa semana: de las burlas, de los apodos, de lo que había dicho en la ceremonia, de lo que le pasó en los baños, ¿cómo pudo pasar todo eso en mi escuela sin que yo me enterara?, ¿por qué nadie me dijo?.....todas las maestras y maestros de este instituto han estado en conferencias de bulling y ninguno hizo nada, ¿por qué?....cuanto más pregunté menos me cabía en la cabeza todo lo que me contaron, cuando pedí que me dejaran tenía la cabeza atiborrada de marañas, ¿qué se supone que iba a decirle a sus papás?, ellos confiaron en mí instituto, ¡MÍ INSTITUO!, no sabía que decirles, así que me fui a la casa con la intensión de llamarles, pero no les llamé, al otro día cuando llegué en la mañana otra vez me estaba esperando Lupita, pensé que de nuevo estarían los papás de Jovani esperándome, pero en cuanto di un paso dentro de la escuela me lo disparó como escopeta….¿cómo un niño de 14 años se suicida en su recamara y nadie se da cuenta hasta muchas horas después? –su pregunta fue directa, me atravesó por diferentes partes del pecho, mi estómago se hundió en mí como si alguien me hubiera sacado el aire de un golpe….
Cuando salí de la Dirección, fui directo a la enfermería: un dolor agudo atravesaba mí pecho, apenas podía respirar, me senté en uno de los sillones y me doblé por el dolor
-¿Qué tienes muñeco, te duele el estómago? –cerré los ojos tratando de contenerme, cuando la enfermera pasó su mano por mi cabeza los ojos se me llenaron de lagrimas. ¡Doctor, doctor! –comenzó a gritar. ¿Dónde te duele mi vida?, necesito que me digas –señalé mi pecho con mi mano –nunca me había sentido así- me levantaron entre dos personas y me acostaron, al tocar mi espalda algo plano me enrolle en mi mismo cubriéndome la cabeza con los brazos y las manos y el estómago y el pecho con mis piernas, me dio un miedo terrible que alguien me viera por la ventana pero no pude detenerme; la cara de Jovani estaba fija frente a mí dentro de mi cabeza: sus ojos café claro, su cara delgada, blanca, que se hacía estrecha en el mentón, sus piernas y brazos larguiruchos, su cabello oscuro peinado a la derecha, sus lentes para leer Calvin; apreté con mis brazos fuerte mis piernas a mí pecho, la verdad no sé porque no pude detenerme; Jovani y yo ni siquiera éramos amigos, aunque sí sabía que era gay, porque una vez, en casa de Vane nos quedamos solos en un mismo sillón mirándonos uno a otro, lo reconocí casi al instante, seguro él a mí también; después de ese día nos empezamos a encontrar muchas veces en los pasillos, en la café y en el patio, apenas nos dijimos hola una o dos veces, de repente, noté mi pecho cada vez más libre, como si se hubiera vaciado de lleno con mis lagrimas, abrí los ojos poco a poco, la luz se refractó al reflejo, cuando por fin abrí los ojos completamente, vi que me rodeaban: Miss Alpha, el doctor, la enfermera, la secretaria Lupita, la sicóloga y una de las prefectas, me limpié los ojos con las mangas de mi saco, miré de reojo a la ventana, no había nadie mirando por ella.
-¡quiero irme a mí casa! –fue lo único que se me ocurrió decir, pasé saliva, me volví a limpiar la cara, me senté, todos se miraron entre si, mis Alpha fue la primera en salir, los demás la siguieron, la enfermera, que fue la última, cerró la puerta tras de si, casi un instante después comenzaron una discusión, me levanté de la camita, saqué mi nextel de su funda y llamé a mi papá directo, sin pasar por su secretaria.
-¿Qué tienes, te sientes bien?
-¡quiero irme a la casa! –fue lo único que respondí, mi voz aguda, triste, llorosa, guardó silencio por unos segundos. No te muevas, voy por ti en este instante, luego colgó, unos minutos después sonó la campana para anunciar la segunda clase, me tapé los oídos con las manos, me acerqué a la ventana y bajé la persiana, casi una hora después, yo seguía en la enfermería, nadie había vuelto a entrar, abrieron la puerta de repente, era mí papá, detrás de él Kim-mono y Kong.
-¿Qué te hicieron? –me levanté, lo abracé fuerte
-¡quiero irme a la casa! –fue mí única respuesta, pasé saliva –mi papá se safó de mí, me apartó para verme la cara, la suya era un rompecabezas como los que me regalaba mí tía Yaya, incomprensible, con pedazos inconclusos, piezas perdidas.
-te llevo entonces –era lo único que quería escuchar, comencé a caminar junto a él rápido, no quería que nadie me viera, cuando cruzamos el patio rumbo a la puerta, había un grupo de cinco o seis afuera de uno de los laboratorios de lenguas en el edificio del fondo, los miré por un segundo, no distinguí ninguna cara conocida y si ellos distinguieron la mía, no me vieron llorando, salimos por la puerta principal y caminamos a la camioneta de mi papá que estaba subida en la banqueta, cerca de la puerta, tres de sus monos de seguridad discutían con los de seguridad del Instituto, al verme todos voltearon, bajé la cabeza y la mirada al piso y seguí caminando, cuando subí atrás con mi papá, casi al instante Kim-mono arranco, Kong se subió cuando la camioneta ya andaba, las llantas chillaron al iniciar a rodar tan rápido y de repente, cerré los ojos tratando de sacar de mi cabeza la imagen muerta de Jovani, pero se transformaba de mil maneras en mi mente: ahorcado en la ventana de mi recamara, cortado de las venas en la regadera de mi baño, tirado en la alfombra frente a mi televisión con espuma en la boca….apreté los parpados, sacudí la cabeza, tratando de sacar las imágenes de mi mente.….si hubiera sido yo….si me hubiera suicidado el verano pasado, ¿me habrían encontrado luego, luego, o hasta muchas horas después?....
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